jueves, 5 de junio de 2014

Stanley Kubrick y la fotografía 3ra parte

 Por Vizzor.

 El beso del asesino (1955) fue el primer largometraje del cineasta, quién motivado por las buenas críticas recibidas por Fear and Desire, decide retomar la iconografía pugilística para transformarlo ahora en un policial negro (Film Noir). No es un dato menor saber la importancia que la ciudad juega dentro de este género, tan popular por aquellos años, y las capacidades fotográficas del joven Stanley.

Dado que no tenía permiso para rodar en las calles de New York y que su equipo de producción no estaba sindicado, el director recurrió a tácticas de guerrilla y subterfugios”.
Paul Duncan, Stanley Kubrick, Filmografía completa, Taschen.

  Su estrategia fue esconder la cámara y tratar de obtener buenas imágenes, a pesar de las malas condiciones de luminosidad. Junto a su equipo, trataba de grabar en locaciones donde la gente no se diera cuenta de que los estaban siendo filmados; y se vieron forzados, incluso, a sobornar policías para poder finalizar la jornada.



 





Un dilema de producción que debió resolver fue el sonido. Para evitar que el presupuesto del film se elevara más de lo previsto, decide filmar con sonido directo; sin embargo, debía utilizar micrófonos jirafa que provocaban sombras y limitaban los movimientos de cámara. Kubrick opta por no condicionar su imaginario visual aunque esta elección le costaría 35.000 dólares más junto con siete meses de postproducción sonora.



 En cuanto al estilo característico de El beso del asesino, hay una clara ruptura con la tradición clásica-narrativa de Hollywood. Podemos nombrar: el uso de un encuadre simétrico, mucha cámara en mano, plano-secuencia, cámara  a nivel del piso-contrapicado, fuertes angulaciones dramáticas que enfatizan el uso de sombras expresionistas, la original composición de encuadres para generar una relación personajes-ciudad y la utilización del montaje paralelo en secuencias climáticas.

 “Como hizo el director Orson Welles, Kubrick transformó los modelos clásicos para producir un nuevo género cinematográfico en el que el plano secuencia no está al servicio del realismo”.
 Bill Krohn, Maestros del Cine, Cahiers du Cinema.

 Esta película fue su primera y última producción independiente, ya que termina vendiéndosela a United Artists por 75.000 dólares, aunque a duras penas logre cubrir el gasto de la producción. Pero UA sería la puerta para su próximo proyecto, más ambicioso, llamado en nuestro país Casta de malditos o El atraco perfecto (The Killing); obra de la cual se continuaría hablando hasta el día de hoy. 

(continuará…)

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