lunes, 7 de abril de 2014

Stray Dogs, Perros Callejeros y la importancia de la Mirada





Por Vizzor.


 Aprovechando el Bafici, fui a ver el film “Jiao You”, internacionalmente conocido como “Stray Dogs”, del director Tsai Ming Liang. La única película suya que había visto hasta entonces era La Nube Errante (2005); también conocida en España como El Sabor de la Sandía; logrando una fuerte, impactante y muy grata experiencia en mí como espectador. 

 Stray Dogs, no sólo es un film totalmente contemplativo, parece ir más profundo aún, una búsqueda sobre la esencia poética misma de Ming Liang. Quiero decir, el cine es tiempo, hay una lógica interna a cada plano (¿cuánto durará? ¿qué vemos?¿qué se nos narra?¿cuándo cortar el plano?) por lo general dada gracias a la acción y al montaje externo que imponen su respectiva autoridad; sin embargo en esta oportunidad ese no es el caso: aquella acción/es que en nuestra vida cotidiana no tendemos a prestar atención (quizás por cuestiones ligadas a nuestra percepción, subjetividades, y el ritmo de vida al que estamos acostumbrados), como puede ser la respiración de una persona durmiendo adquiere otro sentido que se retroalimenta tanto con la estética -a veces gracias a un estilo que nos remite a lo pictórico, en otras oportunidades dado por una gran belleza fotográfica- y aquél pequeño (gran) acto de observar.





 Aparentemente una persona orinando fue considerado -por parte del público presente- como un acto obsceno y no digno de hecho artístico, ¿problema ideológico acaso?  Dicha afirmación es válida pero no hace más que darle fuerza a la necesidad de haber sido registrado, plasmado en la pantalla, en la retina y nuestras consciencias. Es en esa línea donde Stray Dogs se planta y traza una línea moral al desnudarnos de sensaciones convencionales y prejuicios culturales. Sobrevivir en un mundo que nos enseña un modo de vida sólo para dejarnos sus sobras, y perpetuar el mismo vacío gracias a lo individual, la alienación y eventual angustia. 

 Antes de ingresar a la sala, un señor de cincuenta pirulos con cierto aire snob, quién cargaba un enorme vaso de gaseosa y gigantesco pochoclo (símbolo del consumo si los hay), se mostraba un tanto ansioso por entrar; y dicho sea de paso entró antes a la sala sin respetar la fila. Que contradicción, un film de estas características y el tipo con semejante tarro. No pude dejar de pensar al salir de la función, ¿Qué habrá hecho con tanto pochoclo? Porque el silencio dentro de la sala fue absoluto…




Stray Dogs fue la ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Cine de Venecia 2013.


 Volviendo al film, la fijeza de la cámara y la fuerza del encuadre reafirman la experiencia, nos enseña a mirar, así como el personaje principal interpretado por Lee Kang-Sheng observa la naturaleza; escapa de la locura urbana de una sociedad que solo tolera al hombre como objeto para el consumo; Tsai Ming Liang parecería estar susurrándonos que el mismo sentido poético que podemos encontrar estando frente a un río, lo podemos hallar en cada una de nuestras acciones rutinarias más básicas, que es sólo cuestión de “mirar”. La denuncia de un mundo injusto y tóxico, que se nutre de sueños ajenos, de niños viviendo en la calle, trabajos indignos, la invisibilidad del ser humano –del otro-, la imposibilidad del afecto son ahora testimonios ineludibles, y postales con vida propia. El despliegue del mundo presentado en este film es maravilloso y terrible, profundo y abismal, busca –creo yo- la acción por parte del espectador, aquella participación o vínculo entre las sensaciones que vivimos en la pantalla, y aquellas que nosotros –indudablemente- le proyectamos.

 Así que ya saben, si buscan un desafío como espectadores, esta obra lo brinda. Por el otro lado si buscas tu dosis de Pochoclo y ves Stray Dogs, probablemente tengas dos opciones, que dejes para siempre dicho hábito o termines haciendo como el señor -arriba- mencionado.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.